martes, 17 de septiembre de 2013

La pubertad

Que tiempos aquellos: Recordáis esos años de nuestra niñez, justo en el momento que empezamos a notar ese cambio en nuestro cuerpo, que hacia que nos pusiéramos como dicen ahora, como una moto, la pubertad. Estábamos alborotados, las hormonas andaban como locas nos explotaba el cuerpo, con once o doce años nos parecía que éramos unos tíos hechos y derechos con un pelo en el pecho. Lo del pelo viene a cuento, porque recuerdo cuando nos juntábamos unos cuantos amigos y decíamos, ¿que hacemos, donde vamos? ¿al cortina? decía uno, y allí que íbamos. El cortina era un cercado que había en el callejón de las Cruces, cuya puerta daba a la calle Poleo, detrás de la pantalla del cine de verano; nosotros como muchos otros niños, nos subíamos por la pared del callejón de las cruces, casi enfrente de los molinos de aceite, pues bien lo del pelo lo digo porque nos poníamos a mirarnos si nos había salido algún pelo en alguna parte de nuestra cambiante anatomía, ¡mirad! yo tengo uno en el pecho decía uno, y el otro ¡a mi me salio uno en el sobaco! Pues a mi mirad donde me han salido unos pocos…….decía el otro. En el cortina lo hacíamos todo, allí escondíamos el paquete de tabaco y las cerillas, y ese era nuestra sitio perfecto para fumar nuestros primeros cigarrillos, allí hablábamos de las niñas, de la que nos gustaba; luego por la tarde cuando las niñas salían a pasear a la calle Sevilla, nosotros andábamos detrás de ellas como perritos, intentábamos arrimarnos, ponernos a su lado y pasear con ellas, pero resultaba misión imposible, salían corriendo como almas que se lleva el diablo. Que bien nos lo pasábamos en la primavera paseando por la carretera de Portugal, nos parábamos en el huerto el ángel y comprábamos una lechuga, nos la comíamos mientras caminábamos hasta llegar al lanchar; allí nos sentábamos toda la pandilla y recuerdo que ya íbamos con las niñas y los niños todos juntitos; cuando teníamos sed íbamos hasta un cercado que había al lado, no recuerdo bien me parece que se decía el cercao de tío none, había una fuente con un cucharón de corcho y el agua era buenísima. Todo esto lo cuento a mi manera, y puede parecer que aquellos paseos eran tranquilos, pero nada mas lejos de la realidad, en aquellos paseos andábamos todos los niños pasados de vueltas, que miradas a las niñas, ellas pasaban de nosotros, o por lo menos era mi impresión, la niña que a mi me gustaba no me hacia ni p…caso, por mucho que yo intentara ser gracioso, hacerme el machote subiéndome a lo mas alto del lanchar, o poner cara de melancólico mientras deshojaba alguna margarita, me quiere, no me quiere, me quiere…..nada esa niña no quiso saber nunca nada de mi, (lo de la margarita tenia truco, salía si o no según con lo que empezaras) lo peor fue que al final tuve que aceptar que la niña que me hacia tilín, no tenia ni el mas mínimo interés por mi y eso cuando se esta en esas edades es muy malo; te quedan secuelas y ya nunca mas te arrimas a una niña por miedo al rechazo, ¡¡¡es broma!!!! Las amigas y amigos que tuve durante mi infancia lo han seguido siendo ya de mayores, han sido muchos y cada uno esta desparramado por alguna parte de la geografía española, pero no me olvido de ninguno, y si alguno de los que lean este escrito, se siente identificado con lo que en el relato y consigo de ellos una sonrisa, será una satisfacción muy grande para mi y espero que no se olviden de mi. Lo bueno de este relato es que si conseguí escribirlo, es porque me quedaron muy buenos y muy sanos recuerdos de aquel tiempo y porque no me lo pase nada mal en aquellos años de mi pubertad. Antonio Vaello.

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