martes, 3 de septiembre de 2019

El ditero

Hoja Parroquial “PARA TODOS” Septiembre de 1959

EL DITERO  (Humor)


Los tejemanejes de aquella casa me tenían a mi a mal traer. Eso de que durante toda la mañana permaneciese en silencio y cerrada herméticamente me tenia, repito, turulato.
     ¿Como es posible -me decía- que en una casa donde tanta gente mora y sobre todo, pequeños, hubiera tal silencio en esas horas? ¿Como era posible-seguir yo devanando los sesos - que estuvieran en la cama hasta las once, que era la hora en que aquello empezaba a funcionar?
     Y entre interrogación e interrogación pasaban los días sin conseguir averiguar la causa de aquello que ocurría en - ya la llamaba yo así - la casa misteriosa. 
     Los imperativos de la vida hicieron que por algún tiempo permaneciese lejos del hogar paterno y, poor consiguiente, el celebre misterio dejo de preocuparme.
     Uno de esos dias en que no hay mas remedio que plantear en casa de los pobres un problema de urgencia, ante el lastimoso estado de la camisa que llevaba puesta, hubo entre mi madre y yo el siguiente dialogo: 
     Hijo mio, - empezo -, no hay mas remedio que comprarte una camisa. Con esa no puedes asomar a la calle.
     Desde luego - segui yo -, no hay por donde cogerla. Hay que reconocer que no es vicio…
     Y se hizo inmediatamente después un angustioso silencio porque el intríngulis de la cuestión era de donde íbamos a conseguir los cuartos para la camisa. Pero como la necesidad aguza el ingenio, al rato - probablemente transmisión de pensamientos -, nos dimos al unísono una palmada en la frente, que es lo que se suele hacer en estos casos, y fue mi madre la que dijo: ¡Ya esta !.
     Y estuvo.
     A la mañana siguiente, al pasar el ditero, lo llamamos; elegimos un corte de camisa; le dimos el duro de la entrada y ¡ hasta mañana !, le dijimos con mas voluntad que nadie.
     A la mañana siguiente veo como mi madre se asoma a la puerta, pega un respingo, entra precipitadamente, cierra con la llave y me dice en un susurro: No hables, que viene el ditero, no tengo el duro y así se cree que estamos fuera…
      Como un chispazo vino entonces a la imaginación la solución de aquel celebre misterio de la casa de marras. Era, ni mas ni menos, que lo mismo que ahora nos pasaba a nosotros:¡¡ Miedo al ditero!!


                                                       Sin firma del autor

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