jueves, 25 de febrero de 2021

El Ermitaño

Hoja "Para Todos" 1 de Agosto de 1959 EL ERMITAÑO Estaba predestinado desde que nació para ser ermitaño. Era ya maduro cuando le vi por primera vez con la Virgen pequeñita de casa en casa, pero no hubiera sido necesario verlo con tan preciosa carga para comprender inmediatamente que aquel hombre tenía, forzosamente, que estar en una ermita. Su figura enjuta, su andar, pausado y sobre todo su voz nos decían que ese hombre tenía que estar cerca de Dios. Un día, al llegar a mi casa le pregunté qué tiempo llevaba en la ermita, la familia que tenía, lo que ganaba, e.t.c. e.t.c. Me fue contestando despacio, con su voz meliflua, a todas mis preguntas. Llevaba tiempo ya. Muchos años. Familia regular, -cuatro a la mesa-, y paga...esto lo peor; la paga era floja. Costaba trabajo echar el tiempo atrás. Por lo visto cada hermano daba un duro para el año. Poco...porque eran pocos. Después,-seguía-, la limosna a domicilio. Su forma de ser no se prestaba a la queja; pero entre frase y frase se adivinaba claramente que lo que recogía semanalmente no llegaba a seis reales. Por lo visto imperaba la limosna de la "perrita". No era mucho,-pensaba yo-, para los tiempos que corremos. Pero él no se quejaba. No decía nada en contra. Yo vi como en algunas casas echaban la "perrita" en la hucha de la Imagen y a él le preguntaban que como estaba la vida. Y el...-siempre sonriendo-, les contestaba que buena...y deseándoles salud salía de la casa. Fue aquella sonrisa lo que me hizo comprender que el ermitaño seguía -a lo mejor sin saberlo-, la doctrina del Divino Maestro. Cuando le daban una bofetada,-en este caso en el bolsillo-, ponía la otra mejilla, en este caso, la sonrisa... ¡Bendito sea Dios, que de tal modo deja ver cómo la humildad se ensalza por sí sola!. Anonimo

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